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28 jun 2023

Conservación de las hortalizas




Normalmente se suele realizar un tratamiento antes del método de conservación, que consiste en el lavado de la hortaliza, pelado, eliminación de las partes no deseables y corte de las piezas. El escaldado de 2 a 7 minutos también suele ser habitual, con la finalidad de inhibir las enzimas, eliminar gases y sustancias sápidas no deseables y producir ablandamiento de los tejidos.


Desde antaño se han aplicado diferentes métodos de conservación de las hortalizas, ya que son alimentos perecederos:


Métodos físicos: aplicación de calor (esterilización, pasteurización, deshidratación, concentración) y aplicación de frío (refrigeración y congelación).

Métodos químicos: tratamiento “natural” con adición de azúcar, ácidos o alcohol. Y tratamiento “artificial” con el uso de aditivos.

Con el método de desecación, normalmente se consigue disminuir la humedad de un 12 a un 15% preservando los compuestos nutritivos, el gusto, el aspecto y el aroma. Este producto se puede rehidratar. Tiene un inconveniente y es que puede conllevar a una degradación de vitaminas y alguna reacción de Maillard. Su envasado ha de ser cuidadoso ya que son sensibles a la luz, al aire y al vapor de agua.

Los tratamientos térmicos como esterilización o pasteurización se realizan introduciendo en el envase la hortaliza y cubriéndolas con líquido (que suele ser cloruro sódico al 1-2%). En ocasiones también se puede añadir ácido cítrico, azúcar o glutamato monosódico. Según el método que se emplee habrá unas pérdidas u otras, pero por lo general la más importante es en el contenido en vitamina C.

La refrigeración se realiza en los productos hortofrutícolas entre -3 y +1ºC, la variación de temperatura depende del producto. Por ejemplo las cebollas pueden durar 1 mes a -2.5ºC y la remolacha roja a -0.5/+0.5ºC durante 16-26 semanas.


La congelación ha facilitado la comercialización de una extensa gama de vegetales. Se utiliza una temperatura de congelación de -40ºC y la de almacenamiento es de -18/-20ºC. Las hortalizas congeladas pueden sufrir cambios irreversibles de textura y alteraciones como ablandamiento o endurecimiento, marchitez, endurecimiento de la piel o estructuras gomosas. Las pérdidas más sensibles son de vitamina C.


También existen otros tratamientos de conservación de hortalizas como la fermentación láctica espontánea que se provoca bajando el pH y de esta manera se impide el crecimiento de microorganismos y se mantiene mejor la vitamina C. Se produce ablandamiento enzimático y como hay adición de sal, ésta ayuda a conservar la hortaliza. Se suele utilizar en pepinos, judías verdes y col.

Otro proceso sería la utilización del vinagre y se utiliza en pepinillos, cebolla, remolacha… se cubre la hortaliza con el vinagre previamente hervido y caliente en una proporción del 2.5/100 y también hay adición de sal, especias y hierbas.


Hay otros métodos de conservación de las hortalizas como el uso de radiaciones ionizantes (irradiación), que evita la contaminación y el crecimiento microbiano, pero suelen perder firmeza y se acorta la vida útil de la hortaliza. También se utiliza la reducción de la actividad de agua para aumentar la estabilidad de la hortaliza mediante desecación o adicionando azúcar o sal que eleva la presión osmótica. El uso de atmósferas controladas o modificadas disminuye el contenido en O2 y se sustituye por CO2 y/o N, dependiendo del tipo de producto y con él se pretende disminuir la actividad respiratoria y el ablandamiento de los tejidos. Finalmente encontramos productos mínimamente procesados, son frescos y listos para el consumo, se conservan a +4ºC. Sólo se lavan una vez y se escurren muy bien y se tiene mucho cuidado con el tipo de corte para no dañar los tejidos.